En 2004 un español de cuyo nombre no tenemos noticia, decidió escribir un diario informático contando las aventuras y desventuras de sus macabros romances con menores de edad. Explica orgulloso y triunfante tanto las tácticas que desarrolló para hacerse "amigo" de sus víctimas como de los placeres de los que gozó, a costa de ellas, saltandose a la torera una de las leyes que más nos repugna saber que no se cumplen a aquella parte de la población que tenemos dos dedos de conciencia y de entendimiento.

Casos como este, felizmente desmantelado por Europol, nos hace pensar en qué manos están nuestros menores cuando van al cole, salen al recreo mezclados con los mayores, se apuntan a karate, van a acampadas... Una red tan extensa como incontrolable que si alguien toma conciencia de ella, poco menos que tendría que encerrar a sus hijos hasta la mayoría de edad para estar seguros de que están a salvo., mientras miles y miles de perturbados intercambian relatos y videos de sus experiencias como si de trofeos se tratase.
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